A nadie escapa que la lengua es el ámbito en el que se manifiestan con irregular intensidad pero con puntualidad sistemática todos los conflictos y alteraciones que resultan significativos para la comunidad que la usa.
El carácter argumentativo de la lengua la instala como el ámbito en donde los debates adquieren su dimensión cultural y política más vigorosa.
Así, las variaciones lingüísticas se pueden ir observando. En algunos casos, la irrupción de nuevos elementos, categorías, instituciones o relaciones que van surgiendo en la cotidianeidad hace que se incorporen nuevos términos (googlear, bicisenda), se copien palabras de otras lenguas (karma, mouse) o se resignifiquen expresiones con valores actualizados (celular: antes, carro policial / ahora, dispositivo de comunicación; formidable: antes, temible / ahora, magnífico, asombroso). Lo interesante de estas incorporaciones es que no han sido mediadas por la voluntad de un grupo o de un individuo, han ido apareciendo en el decurso del uso de la lengua y se fueron adaptando a las demandas y exigencias del sistema.
No quiere decir que solamente sea este el mecanismo de admisión de nueva terminología. Obviamente, nuevas categorías, voluntariamente generadas, recorren también el vocabulario de los hablantes. Suelen emerger voces o frases intencionalmente forjadas que tienen como objeto dos propósitos. Uno de ellos es que la elaboración metafórica de la expresión retarde la comprensión y mitigue los efectos que su significación última podría generar en los destinatarios (vg. utilizar rentabilidad negativa en lugar de pérdidas). El otro es declarado. Se lo presenta como un intento de establecer cierta empatía con la designación, para evitar la eventual discriminación que manifestaría (vg. decir no vidente y no ciego).
Estos dos últimos casos podrían encuadrarse en lo que se denomina “corrección política”, que es uno de los más tristes males que atentan contra nuestra subjetividad, porque demanda la adhesión sin cuestionamientos a afirmaciones que operan como definiciones inapelables. No seguir la forma políticamente correcta implica ser excluido del selecto grupo de los “nosotros”.
Si se realiza un acotado inventario de palabras que han sido reemplazadas por expresiones políticamente correctas, puede observarse que sus efectos significativos y construcciones referenciales pierden gran parte de su potencial cuando se opta por las sustitutas. Puede ejemplificarse con los siguientes casos: personas con capacidades diferentes, disortografías, adulto mayor, país en vías de desarrollo, barrios populares, daño colateral, reducción de personal, edad dorada o tercera edad, pasar a mejor vida y otras ocurrencias por el estilo, que tampoco demandan traducción, pueblan todos los discursos de los últimos tiempos.
Al decir sujeto en situación de calle, la representación que se construye es la de alguien que está atravesando “un momento, un lapso de tiempo”, que ya se le va a pasar, que hay que darle tiempo. Pero cuando se dice desahuciado, no se trata de una situación sino de una condición. Si se usa con capacidades diferentes, la idea es que no existen limitaciones, sino que puede hacer todo, aunque de otro modo, pero usando inválido, la imposibilidad se evidencia. La falta nos interpela. Los semas de la expresión nos posicionan de alguna manera ante el acontecimiento. En cambio, el recurso perifrástico, el rodeo, intelectualiza la recepción y matiza interesadamente la comprensión. El referente se desdibuja y su representación se hace ajena, no conmueve.
Los modos de la corrección política generan un alejamiento de la cuestión social, una cierta dejadez en la consolidación de los lazos y hacen creer que alterando las palabras con las que se nombran las cosas, la realidad se modifica. La corrección política no es magia, pero puede convertirse en una ilusión que haga que los hablantes crean vivir en un mundo ideal aunque impiadosamente la realidad los lleve por delante.
“(…) Solo los todos son suficientes para echar a andar el mundo”
Subcomandante Marcos, Los Otros Cuentos. Volumen 2
Estas palabras extraídas del cuento Historia del uno y los todos expresan la búsqueda de aquellos que transitamos la Extensión universitaria, porque Extensión es pensar en términos de lo colectivo. En torno a estas palabras, haremos unas breves reflexiones sobre el recorrido del Proyecto Contar con imágenes. Talleres de expresión plástica para niñas y niños en barrios, en pandemia.
Arte, educación no formal e infancias. Si pensamos en todas las problemáticas que aquejan a la humanidad (desigualdad, violencia, desastres ecológicos, entre otros) donde no se vislumbra salida, la naturalización y la desesperanza se vuelven cotidianas y los intentos de resolver los problemas y las muchas personas que luchan a diario se desvanecen en un sistema que cada vez asfixia más. El arte, en este aspecto, se transforma en el medio para renovar las utopías. Hablamos de esa forma de arte que se hace con otros, que establece lazos de pertenencia, valores de lo colectivo y la capacidad de transformar, recrear y otorgar nuevas miradas desde las posibilidades del hacer. Ese retorno a los materiales y colores de la tierra. Aquello que nos pertenece a todos y todas, y que olvidamos para obtener la comodidad de lo empaquetado. Niños y niñas reciben juguetes de plástico, donde ya tienen todo resuelto, y que aseguran la permanencia de este sistema, acentuando la desigualdad y el encasillamiento en un género. La escuela no puede llegar a equiparar las oportunidades y mantiene para subsistir las mismas estructuras donde prevalece la educación para la competencia y el proyecto individualista de seguir una carrera.
Los espacios de educación no formal cuentan con otros tiempos sin corsets. Buscan reforzar intereses y potencialidades personales que se construyen con otros. En la construcción conjunta de un mural o de un gran monstruo, bicho o dragón para carnaval o para la Fogata de San Pedro y San Pablo, se apuesta a la semilla de lo colectivo.
Cuerpos, juego, presencia. Tras la brújula de las hermanas Cossettini, de Francesco Tonucci y de tantos otros, pregonamos e insistimos en la urgencia de una educación necesariamente atravesada por el arte, en todas sus formas.Para que los conocimientos sean procesados, reelaborados y expresados a través de la experimentación, de la exploración, del hacer y del compartir.Todo esto mediado por los vínculos que se establecen con la metodología taller y donde los juegos, diálogos y bailes son maneras de relacionarse cotidianas. El arte propone esa comunicación universal que nos conecta con los sentires más profundos y configura espacios de confianza, de pertenencia y activa la sinergia.
En el contexto de la pandemia, se debilitan esos vínculos imprescindibles en el proceso de enseñanza–aprendizaje. En nuestros talleres se pretende que existan esos momentos de creación conjunta, y no es posible lograrlo sin mirar a los ojos, sin abrazos, sin la escucha directa y sin el contagio de la sonrisa. Entonces, ¿qué hacer en esta situación de distanciamiento? Para la mayoría de las y los involucrados en educación, la frase de barbijo a barbijo o en videollamadas, sonaba así: reinventarse.
La urgencia era no perder los vínculos, enfrentar el distanciamiento.
Extensión universitaria, el lugar del encuentro, del trabajo colectivo en distintos rincones de la ciudad, se vio especialmente afectado, lo virtual no era una opción.
Sin embargo, como cada año, se conformó un equipo de trabajo integrado por estudiantes de Formación Docente de Bellas Artes, de Ciencias de la Educación y de Psicología. Generamos un diálogo en el que participaron los referentes de dos instituciones barriales, del cual surgieron propuestas motivadoras. Todos y todas nos animamos a jugar, a ser parte de proyectos de arte, correo, radio-teatro y videos para sumar en la comunicación con las familias. Cada proyecto tuvo diferentes acciones y repercusiones. Por ejemplo, la experiencia con Radio La Hormiga y la escritora Mara Di Giovanna fue muy movilizante, además de las dos escuelas que se sumaron.
Todos y todas nos vimos involucrados en situaciones experimentales que implicaron movernos de nuestras especificidades. Justamente, esta apertura para actuar en otros campos y luego retornar en reflexiones desde las propias carreras, cruce de disciplinas y de roles, fue lo que permitió un año de mucho aprendizaje. Y aunque nos faltó lo más importante, la espontaneidad en la presencia, sentimos que de alguna manera pudimos compartir aquello que buscan estos talleres: momentos con arte para construir nuevas imágenes, objetos, nuevas formas de ver y de hacer, valorando cada idea y desparramando el concepto de un arte para todos y todas.
En el año del distanciamiento social, el contacto con los niños y las niñas no pudo tener el ritmo semanal que acostumbramos, pero se profundizó la comunicación con los y las estudiantes residentes en reuniones fijas semanales, y en los constantes mensajes y documentos digitales. De este modo, se abrieron más espacios de reflexión y planificación, instancias que, en épocas presenciales, se tornan dificultosas por la escasa compatibilidad de horarios.
La energía orientada al trabajo de equipo para la planificación y la elaboración de material por parte de estudiantes y docentes participantes, atentos a la escucha de los intereses y propuestas de niños, niñas, familias y referentes se vio reflejada en una muestra final audiovisual, lúdica y experimental. En ella se puede ver el compromiso establecido con el proyecto y las formas de superar los obstáculos del 2020, que se plasmaron no sólo en las actividades concretas, sino también en todo un proceso de acompañamiento en el que, mediante la escucha y la creatividad, pudimos transformar los obstáculos en desafíos. Esto demuestra que “solo los todos son suficientes para echar a andar el mundo”.
Para conocer más sobre el proyecto podés ingresar aquí.
El zorro y el erizo es una publicación digital del Programa de Contenidos Transversales Acreditables de Grado de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario que busca acoger las voces de nuestra comunidad académica, comprometidas con los debates contemporáneos y la reflexión crítica sobre lo urgente y lo inactual. El nombre elegido remite a uno de los libros del pensador letón Isaiah Berlin (1909-1997), cuya obra dispersa y múltiple, cual las astucias del zorro, contrasta con la noble figura del erizo, signada por la sistematicidad y la centralización. Berlin abordó, entre otros temas, la libertad, la contrailustración y las relaciones entre ética y política.
Coordinación:
Lic. María Emilia Vico – Lic. Federico Donner
Diseño:
Secretaría de Comunicación (HyA_UNR)