ISSN 3008-704X 3008-704X

24

*Edición especial sobre La Documenta Kassel

La Documenta de Kassel (2022) se ha visto sumida en una fuerte polémica que hace centro, una vez más, en el tema de los límites de la representación en el campo artístico. Se trata de la decisión de las autoridades de cubrir un mural que formaba parte de la exhibición, porque su contenido fue considerado antisemita.

Desde el Zorro y el erizo, publicación de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), invitamos a docentes e investigadores a reflexionar sobre  algunas preguntas: ¿Cuáles son los límites de la representación? ¿Existen esos límites? ¿Deben las autoridades de museos, galerías y ferias hacerse responsables por el contenido de una obra exhibida?

La Documenta es una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo. Desde 1955 se lleva a cabo cada cinco años en la ciudad de Kassel, Alemania, y se extiende a lo largo de 100 días. La última edición (n.° 15) tuvo lugar entre el 18 de junio y el 25 de septiembre de 2022.

Esta edición estuvo comisariada por el colectivo artístico indonesio Ruangrupa fundado en Yakarta en el año 2000. Fue ésta la primera vez que la dirección artística se otorgó a un grupo.

La Documenta Kassel del año 2022 contó con más de 1600 participantes, casi todos procedentes del sur global: África, el sur de Asia, el sur de Europa y Sudamérica.

Esta Documenta se ha visto envuelta en una enorme polémica que vuelve a cuestionar los límites entre libertad artística y protesta política: sus organizadores han decidido tapar una obra de un grupo de artistas indonesios por contener imágenes consideradas antisemitas.

El trabajo en cuestión es un mural de 9 por 12 metros del colectivo Taring Padi que se había instalado en uno de los lugares más visibles de la Documenta.

La obra muestra una escena apocalíptica de guerra civil con manifestantes, demonios, ángeles y policías bajo un encabezado en el que se lee “La justicia del pueblo”. Entre la masa de personajes llaman la atención dos figuras. Una es un policía con cabeza de cerdo que luce una estrella de David y que lleva escrito Mossad ―el nombre del servicio de inteligencia israelí― en el casco. La otra muestra a un hombre con colmillos de vampiro, rizos a ambos lados de la cabeza, ojos inyectados en sangre y una kipá, que claramente caricaturiza a un judío ortodoxo. Lleva una gorra en la que se lee “SS”, el cuerpo de élite de la Alemania nazi.

La instalación, asegura Taring Padi en un comunicado, “es parte de una campaña contra el militarismo y la violencia que presenciamos durante los 32 años de la dictadura militar de Suharto en Indonesia y su legado, que continúa teniendo un impacto en la actualidad”. Todas las figuras militares se refieren al contexto político de su país, y representan la Administración corrupta: “Los generales y sus soldados, simbolizados como cerdos, perros y ratas critican un sistema capitalista explotador y la violencia militar”, añaden.

La obra —que fue cubierta a la mirada pública— no es la única que ha provocado controversia. Documenta también exhibe una serie de cuadros titulados Guernica Gaza, en los que el pintor palestino Mohammed Al Hawajri compara el bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil española por la Legión Cóndor nazi con los ataques a Gaza del Ejército israelí.

Arte, política y cultura visual, la porosidad de los bordes

por María Elena Lucero

Instituto de Estudios Críticos en Humanidades Universidad Nacional de Rosario

Boletín n.° 24

*Edición especial sobre La Documenta Kassel

La Documenta de Kassel (2022) se ha visto sumida en una fuerte polémica que hace centro, una vez más, en el tema de los límites de la representación en el campo artístico. Se trata de la decisión de las autoridades de cubrir un mural que formaba parte de la exhibición, porque su contenido fue considerado antisemita.

Desde el Zorro y el erizo, publicación de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), invitamos a docentes e investigadores a reflexionar sobre algunas preguntas: ¿Cuáles son los límites de la representación? ¿Existen esos límites? ¿Deben las autoridades de museos, galerías y ferias hacerse responsables por el contenido de una obra exhibida?

La Documenta es una de las exposiciones de arte contemporáneo más importantes del mundo. Desde 1955 se lleva a cabo cada cinco años en la ciudad de Kassel, Alemania, y se extiende a lo largo de 100 días. La última edición (n.° 15) tuvo lugar entre el 18 de junio y el 25 de septiembre de 2022.

Esta edición estuvo comisariada por el colectivo artístico indonesio Ruangrupa fundado en Yakarta en el año 2000. Fue ésta la primera vez que la dirección artística se otorgó a un grupo.

La Documenta Kassel del año 2022 contó con más de 1600 participantes, casi todos procedentes del sur global: África, el sur de Asia, el sur de Europa y Sudamérica.

Esta Documenta se ha visto envuelta en una enorme polémica que vuelve a cuestionar los límites entre libertad artística y protesta política: sus organizadores han decidido tapar una obra de un grupo de artistas indonesios por contener imágenes consideradas antisemitas.

El trabajo en cuestión es un mural de 9 por 12 metros del colectivo Taring Padi que se había instalado en uno de los lugares más visibles de la Documenta.

La obra muestra una escena apocalíptica de guerra civil con manifestantes, demonios, ángeles y policías bajo un encabezado en el que se lee “La justicia del pueblo”. Entre la masa de personajes llaman la atención dos figuras. Una es un policía con cabeza de cerdo que luce una estrella de David y que lleva escrito Mossad ―el nombre del servicio de inteligencia israelí― en el casco. La otra muestra a un hombre con colmillos de vampiro, rizos a ambos lados de la cabeza, ojos inyectados en sangre y una kipá, que claramente caricaturiza a un judío ortodoxo. Lleva una gorra en la que se lee “SS”, el cuerpo de élite de la Alemania nazi.

La instalación, asegura Taring Padi en un comunicado, “es parte de una campaña contra el militarismo y la violencia que presenciamos durante los 32 años de la dictadura militar de Suharto en Indonesia y su legado, que continúa teniendo un impacto en la actualidad”. Todas las figuras militares se refieren al contexto político de su país, y representan la Administración corrupta: “Los generales y sus soldados, simbolizados como cerdos, perros y ratas critican un sistema capitalista explotador y la violencia militar”, añaden.

La obra —que fue cubierta a la mirada pública— no es la única que ha provocado controversia. Documenta también exhibe una serie de cuadros titulados Guernica Gaza, en los que el pintor palestino Mohammed Al Hawajri compara el bombardeo de Guernica durante la Guerra Civil española por la Legión Cóndor nazi con los ataques a Gaza del Ejército israelí.

Arte, política y cultura visual, la porosidad de los bordes

María Elena Lucero
Instituto de Estudios Críticos en Humanidades
Universidad Nacional de Rosario

En distintos momentos de la historia del arte han surgido episodios donde se cuestionaron los límites de lo representable, a raíz del impacto perturbador o negativo provocado por las imágenes. En algunos casos la censura ejercida obedece a móviles políticos, en otros casos aparece ligada a presupuestos religiosos. El desnudo en el arte ha sido objeto de reiteradas prohibiciones, especialmente durante períodos de fuerte dominio eclesiástico. Más allá de los rechazos frente a los signos que caracterizan la cultura visual de una época, en general el ejercicio del poder político autoritario ha obstaculizado las manifestaciones artísticas vinculadas a la experimentación plástica y a la libertad. La muestra “Entartete Kunst” (traducida como “Arte degenerado”), efectuada en julio en 1937, fue organizada por el régimen nazi con el objetivo de desacreditar obras pertenecientes a las vanguardias históricas, por considerarlas un desvío, una distorsión, un peligro para la moral. La crítica a la mímesis que postularon los movimientos de las primeras décadas del siglo XX se leía como una amenaza para los gobiernos totalitarios. Como afirma Toby Clark, los fascismos rechazaron la idea de progreso cultural, lo relacionaron con el pensamiento liberal o con el marxismo, siempre defendieron el retorno a las tradiciones nacionales o a las herencias históricas en sus aspectos más conservadores o recalcitrantes.
En nuestro país y en el marco del pujante Instituto Di Tella, durante 1965 el artista León Ferrari realizó Civilización occidental y cristiana, un Cristo de santería colocado sobre un avión de bombardeo FH 107 utilizado por los Estados Unidos en su ataque a Vietnam. La escultura fue censurada y quedaría fuera del Premio Di Tella. Más tarde, la instalación El baño de Roberto Plate formó parte de las Experiencias Visuales del mismo instituto en 1968. El público que ingresaba a este simulacro de baño escribía en las paredes insultos y palabras de repudio al gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, por lo cual inmediatamente se la clausuró. Décadas más tarde, lejos de la virulencia de las dictaduras militares, la famosa pintura The Holy Virgin Mary (La Santa Virgen María) de 1996 del artista Chris Ofili fue duramente atacada por su materialidad y por los alcances semánticos. Exhibida en la muestra londinense “Sensation”, la pieza generó numerosas polémicas por tratarse de la representación de una virgen negra con detalles pictóricos hechos con excrementos de elefante. Si bien hemos enumerado una serie de ejemplos heterogéneos y procedentes de diferentes sitios geográficos, funcionan como ejemplos de expresiones censuradas y a la vez defendidas por sectores progresistas.
Ciertas imágenes resultan ofensivas para determinados grupos sociales, dado que se perciben como un ataque a los propios principios éticos. Nos convoca el suceso conocido a nivel mundial sobre el mural pintado durante la 15° Documenta Kassel en el año 2022 en Berlín por el Colectivo Taring Padi de Indonesia. En dicho mural, titulado People’s Justice, se observa entre los cuantiosos personajes a un policía con rostro de cerdo, la estrella de David, la palabra Mossad en su casco, y a otro sujeto con dientes afilados y rizos de la comunidad judía ortodoxa con las SS en su sombrero. Tildados de antisemitas, sus autores quizás no midieron las consecuencias de las figuras que integraron el mural, el cual fue blanqueado junto al anuncio: “El colectivo Taring Padi y la dirección artística de la Documenta hemos decidido cubrir ese trabajo y colocar una placa explicativa en ese lugar”. En ese contexto geográfico, donde este tipo de expresiones agraviantes son reprobadas, desde los sectores intelectuales pesaba más el enjuiciamiento sobre el tono discriminatorio de los detalles visuales que la discusión sobre la autonomía del arte, en una Documenta que desde el inicio planteaba una organización descentralizada con un sentido comunitario y colectivo de la producción artística en pos de modificar los formatos habituales utilizados en las convocatorias internacionales.
Las repercusiones en los medios de comunicación masiva no se hicieron esperar, y como en otras ocasiones, aparecieron voces a favor y en contra, del mural y de la censura, ambas a la vez. En la cultura visual la circulación de las imágenes no es medible ni controlable. Nos queda claro que hay puntos álgidos sobre los cuáles es preciso detenerse, razonar o suponer de antemano cuáles serían las derivaciones ideológicas y los efectos públicos que despiertan, tal como sucedió con la famosa tapa del semanario francés Charlie Hebdo que ridiculizaba la cultura musulmana. Las críticas hacia People’s Justice abren nuevamente interrogantes que quedan en un espacio de tensión, agitando los bordes de aquello que es tolerado, admitido, reprimido o expulsado del terreno de lo sensible.

 

 

De cómo la corrección política esteriliza el arte

por Manuel Quaranta

Docente y escritor, HyA.

1
Históricamente, la documenta de Kassel ha sido un espacio abierto a la experimentación artística y la creación de nuevas formas. Sólo para mencionar un episodio singularísimo, recordemos la séptima edición (1982), cuando el artista alemán Joseph Beuys propuso plantar 7000 robles en los alrededores de la ciudad. La obra de Beuys fue anticipatoria de los discursos ambientalistas y trajo como novedad un ejercicio concreto de incidencia en lo real, sin las postergaciones burocráticas implícitas en las mecánicas estatales; esta virtud quedaba en evidencia leyendo el subtítulo de la obra, “Forestación de la ciudad en lugar de la administración de la ciudad”; el proyecto de Beuys supuso una impacto social efectivo porque requería gestionar fondos para un destino a priori impensable: el cuidado y la rehabilitación del medio ambiente.
Cuarenta años después las cosas cambiaron. En la documenta (15) el colectivo indonesio Taring Padi presentó un mural de 20 metros que había pintado en 2002 con el objetivo de cuestionar la violencia y el militarismo sufrido en su país durante la dictadura de Suharto (1967-1998). Algún ojo avizor detectó entre el centenar de caricaturas un policía antidisturbios con rostro de cerdo, un pañuelo en el cuello con una estrella de David estampada y un casco con la inscripción Mossad (servicio de inteligencia israelí); detrás del personaje, el mismo ojo atento logró reconocer la figura de un judío ortodoxo que portaba un sombrero de las SS. La denuncia recibida por la documenta fue prueba suficiente para fiscalizar el mural y decidir su eliminación bajo la excusa de que “sobrepasaba los límites”, en el sentido unívoco de cuestionar la existencia del Estado de Israel.
Contextualizado el incidente, mi intención es producir un texto afirmativo que no divague por analogías estériles, el nuevo modus operandi de quienes pretenden confundir reflexión con necedad, sin embargo, ahora conviene realizar una, a los fines de poner en evidencia el absurdo de ciertas decisiones; voy a procurar mantener el decoro.
¿Cuando un artista denuncia las prácticas imperialistas de Francia está impugnando la existencia del Estado Francés? ¿Si así lo hiciera, cuál sería el delito? ¿Tildaríamos de francófobo o antifrancés al grupo? Quizás, sí, e insisto, ¿cuál sería el delito?

2
La susceptibilidad se disemina a velocidades ultrasónicas en el mundo contemporáneo, el gesto más intrascendente puede ser leído como una falta de respeto, debemos disculparnos por lo que hacemos o dejamos de hacer, ya se ha vuelto natural pedir disculpas por responder a destiempo un mensaje de WhatsApp. El receptor, imbuido en este aciago clima de época (la cultura de la ofensa), se deshace en explicaciones tendientes a convencer al interlocutor de que no hubo animosidad en la demora. Nadie lo duda, el tema en cuestión es infinitamente más grave y la susceptibilidad lógica podría comprenderse como parte de una tragedia histórica (el asesinato sistemático de millones de seres humanos) que aún no se termina (ni jamás se terminará) de saldar. En este marco, la siguiente pregunta no debe ser desechada, ¿qué relación existe entre el exterminio nazi y la creación del Estado de Israel?, o dicho en términos amplios, ¿impugnar las prácticas de un Estado criminal (¿qué Estado no lo es?) automáticamente nos convertiría en racistas?
Respecto de Kassel, la Embajada de Israel en Berlín apuró su comunicado: “Los elementos presentes en algunas de las obras recuerdan a la propaganda de Goebbels”. ¿Que un mural recuerde a la propaganda de Goebbels significa lisa y llanamente propaganda nazi? ¿No es esto parte de la cultura de la victimización, la cual supone salir indemne de cualquier denuncia por el hecho de haber sido víctima? La crueldad de los actos se licuan gracias a la condición (o autopercepción) de víctima. Es el revés flagrante de la moneda kantiana: el regreso a la minoría de edad, sobre todo en un país donde ser acusado de antisemita puede llevarte derecho (y kafkianamente) a prisión.

3
Quienes nos convocan a escribir sobre el affaire indonesio en Kassel plantean tres ejes:
¿Cuáles son los límites de la representación?
Dice André Bretón: “En materia de creación artística, lo importante es, en esencia, que la imaginación quede liberada de todas las coacciones, que bajo ningún pretexto se deje imponer ataduras”. Ningún límite, ni del mercado, ni del Estado, ni de la institución (hoy agregaríamos, ni de la estupidez biempensante del progresismo). Y concluye: “En arte todo está permitido”.
¿Existen esos límites?
La leyenda cuenta que en el Manifiesto por un arte revolucionario independiente, el sumo pontífice del surrealismo había decretado, “salvo que vaya contra la revolución proletaria”. Ese sería el límite autoimpuesto, aunque al parecer Trotski pidió suprimir la cláusula.
¿Deben las autoridades de museos, galerías y ferias hacerse responsables por el contenido de una obra exhibida?
Mi concepto del arte posterga el contenido para darle prioridad a la forma. ¿Por qué no preguntar si las autoridades del museo deberían hacerse responsables de la forma de una obra, de los procedimientos? Contenido se homologa a mensaje, denuncia, la materia que un espectador interpreta con mayor facilidad, pero según mi punto de vista, los inconvenientes surgen por mantenernos en una definición representativa del arte y no considerar la obra como una realidad en sí misma.
Ahora bien, suponiendo que a los adictos a la denuncia los asista la razón, que las autoridades actuaron correctamente al censurar las obras del colectivo indonesio (mural cuyo valor artístico no pienso defender), postulemos un criterio práctico, ¿el control ideológico-policial del arte conlleva efectos sociales positivos? Respondo con una noticia reciente: “Detenidos en Alemania 25 miembros de un grupo de extrema derecha, sospechosos de planificar un golpe de Estado: Más de 3.000 policías han participado en una operación realizada simultáneamente en 11 Estados federados”. Lo sabemos, el número de antisemitas y negacionistas tiende al alza (por supuesto, alguien podría argumentar, gracias a la censura el número crece menos de lo previsto).

4
Martin Heidegger asegura en Gelassenheit (1955) que el verdadero peligro para la humanidad no es la incesante carrera nuclear (tan de moda y tan temida por aquellos años) sino la inminente tragedia de que el pensamiento calculador (científico) se constituya en la única manera concebible de estar en el mundo. Entrando al 2023, agregaría que el progresismo, en su versión más patética, se ha alineado al pensamiento calculador, un tipo de pensamiento incapaz de cargar con sus propias miserias.

El zorro y el erizo es una publicación digital del Programa de Contenidos Transversales Acreditables de Grado de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario que busca acoger las voces de nuestra comunidad académica, comprometidas con los debates contemporáneos y la reflexión crítica sobre lo urgente y lo inactual. El nombre elegido remite a uno de los libros del pensador letón Isaiah Berlin (1909-1997), cuya obra dispersa y múltiple, cual las astucias del zorro, contrasta con la noble figura del erizo, signada por la sistematicidad y la centralización. Berlin abordó, entre otros temas, la libertad, la contrailustración y las relaciones entre ética y política.

número 24°

Julio 2022

Coordinación:
Lic. María Emilia Vico – Lic. Federico Donner

Diseño:
Secretaría de Comunicación (HyA_UNR)