La Carrera de Antropología de la FHumyAr-UNR desde su creación en 1985, ha impulsado el crecimiento de diferentes campos disciplinares que integran la Antropología Contemporánea, dando la posibilidad a los/las estudiantes avanzados/as de la Licenciatura de especializarse en algunos de ellos como la Antropología Sociocultural, la Arqueología y la Etnolingüística. Recién a fines del 2020 pudo concretarse la apertura de la orientación en Bioantropología, completándose así las líneas de trabajo antropológicas que involucran la formación de un/a antropólogo/a. Su implementación efectiva comienza en 2021 con la incorporación inicial de la asignatura metodológica específica al Plan de Estudios de la carrera de Antropología vigente, la que tiene como objeto proporcionar las herramientas técnicas y teórico-metodológicas necesarias para el estudio antropobiológico de las poblaciones humanas modernas y pasadas.
¿Por qué es tan importante la implementación de la orientación en Bioantropología para la Carrera? ¿Por qué se vuelve relevante y necesaria la formación de futuros antropólogos/as biólogos/as en nuestra Facultad? Volveremos sobre este cuestionamiento hacia el final.
Actualmente, el desarrollo de la Antropología se nutre de la transdisciplinariedad y la multidisciplinariedad para abordar el nivel de complejidad que conlleva la exploración de su objeto de estudio. La división de las orientaciones o campos disciplinares no son producto de un pensamiento simplificador que desarticula el abordaje del estudio de las poblaciones humanas, es la forma de profundizar el todo desde sus particularidades. Una representación esquemática y arcaica ubicaría, por ejemplo, a la Antropología Biológica y a la Antropología Sociocultural como especialidades independientes, pero los nuevos estudios que involucran a las diferentes poblaciones humanas modernas en distintos contextos ecológicos, socioculturales y económicos, demandan necesariamente enfoques biosocioculturales integradores interdisciplinarios y transdisciplinarios.
Para comprender este planteo es imprescindible comenzar haciendo un poco de historia. A partir de mediados del siglo XX se produce un cambio en el campo de la Antropología a nivel mundial y un proceso de “modernización» de la Antropología Física Clásica. Se observa en esta última, el paso de un pensamiento esencialista tipológico y descriptivo dirigido, fundamentalmente, a la clasificación de grupos raciales, hacia la concepción de la variabilidad biológica humana estudiada mediante técnicas de análisis estadístico-poblacionales sobre la base de los aportes de la genética poblacional, la teoría evolutiva y la ecología. Se trata de un cambio de paradigma desencadenado por procesos histórico-políticos mundiales devenidos del rechazo al Nazismo, cuya doctrina se afianzaba en políticas de eugenesia y la raciología. Así, al finalizar la II Guerra Mundial se produce una revisión epistemológica de esta rama de la Antropología que, en la Escuela Americana, comienza a denominarse “Nueva Antropología Física” y, en Europa, “Antropología Biológica” o “Biología Humana”. En América Latina, este nuevo enfoque disciplinar que integra factores ambientales y culturales en el estudio de los procesos de evolución y variación humana se erige como Antropología Biológica o Bioantropología.
A partir de este cambio paradigmático, Pucciarelli (1989) definió a la Antropología Biológica como “el estudio de todo proceso de diferenciación entre poblaciones humanas, producto de la interacción dinámico-sistémica entre su propia variabilidad intragrupal y el contexto de factores de su propio medio ambiente”, entendiendo el medio como físico y cultural. Más recientemente, González-José y Madrigal Díaz (2016) definen de forma muy amplia la Antropología Biológica como “el estudio de la variación y evolución biocultural de la humanidad”. Personalmente la distingo como el estudio de la variabilidad biológica de las poblaciones humanas tanto pasadas como modernas, dentro de un marco evolutivo, ecológico y biosociocultural.
La variabilidad biológica de las poblaciones modernas es abordada en este nuevo contexto, desde diversas y numerosas líneas de trabajo. Actualmente se desarrollan en nuestro país estudios sobre crecimiento y desarrollo, salud y enfermedad, genética poblacional, antroponimia (análisis de la identidad biocultural a partir de los apellidos), biodemografía, Antropología forense, entre muchos otros. Estas investigaciones proporcionan conocimientos básicos sobre la variación humana (genética, morfológica, demográfica) en el tiempo y en el espacio y, también, conocimientos aplicados en diversos campos como, por ejemplo, la salud pública, reproducción, epidemiología, nutrición, demografía, ergonomía, actividad deportiva, biomedicina, medicina forense y derechos humanos, etc.
En el desarrollo de estas líneas de trabajo confluyen conocimientos de los diferentes campos de la Antropología. Por ejemplo, cuando examinamos en grupos humanos modernos variables antropométricas de desnutrición y malnutrición infantil (peso, talla, índices corporales, etc.), estudiamos la interacción de factores sociales, políticos, económicos y ambientales locales y regionales. Así, por ejemplo, se ha observado que, si bien los/as niños/as urbanos/as son menos propensos a presentar malnutrición, hay un incremento exponencial en la prevalencia de la coexistencia de desnutrición y exceso de peso (sobrepeso y obesidad infantil) tanto en ambientes urbanos como rurales. La desnutrición y el exceso de peso pueden coexistir en la misma región, estrato social y ambiente familiar. En muchas localidades de nuestro país el retraso en el crecimiento, la reducción de la masa muscular y la modificación de los segmentos corporales son observados tanto en niños/as desnutridos como en niños/as con sobrepeso u obesidad, lo que se ha asociado con diferentes factores ambientales (e.g. tipo de vivienda; familias numerosas; hacinamiento; acceso a servicios), económicos (e.g. empleo precario y/o informal) y sociales (e.g. nivel educativo de los/as mayores responsables) relativos a los niveles de pobreza (histórica y actual), de inseguridad alimentaria en el hogar, y la vulnerabilidad estructural de cada familia en su contexto particular.
Al profundizar en los estudios de ancestría genética, deconstruimos una narrativa hegemónica acerca de una identidad colectiva nacional creada por el Estado-nación a comienzos del siglo XIX, en la que la sociedad argentina aparece compuesta por una población blanca-europea (“los/as argentinos/as descendemos de los barcos”), la que subestima los orígenes amerindios y niega el componente africano en nuestra constitución genética. Diferentes estudios han demostrado que la mayor contribución del componente autóctono y africano se detecta al analizar el ADNmt (marcador genético uniparental que se transmite por vía materna), como consecuencia de un proceso de intercambio (génico) asimétrico por género (voluntario o no), de mujeres nativas y africanas con varones de otro origen. Si se consideran las frecuencias de ADNmt, la contribución nativa supera el 72%, y la africana se aproxima al 5%; si bien en localidades del noroeste argentino la ascendencia materna africana puede llegar al 12% y la amerindia ser ≥ al 90% (las frecuencias varían en función de la historia demográfica de cada región ya que, en aquellas con mayor inmigración europea, fundamentalmente grandes ciudades del centro del país, las contribuciones europeas son elevadas). En suma, estos resultados interpelan la construcción identitaria nacional, y las ideas de que la población afrodescendiente se extinguió en el siglo XIX y los nativos son “ellos/as” y no “nosotros/as”. Los estudios de Antropología genética de poblaciones modernas informan así, de los procesos de miscegenación iniciados en nuestro país con la llegada de los españoles, de las consecuencias del esclavismo, del rol de la mujer en la época colonial, y de los subsiguientes procesos biodemográficos como la inmigración europea y las migraciones internas; y nos permite visualizar y mensurar la “Argentina mestiza” y su carácter genético diverso, heterogéneo y dinámico.
Los escasos ejemplos descriptos no alcanzan para dar cuenta de la vasta gama de trabajos de interés biosociocultural realizados por los numerosos equipos de antropólogos biólogos en nuestro país. Pero sí nos son de utilidad para mostrar que el estudio antropobiológico de las poblaciones humanas modernas es una pieza ineludible que faltaba, hasta ahora, en el engranaje en la Licenciatura de la Carrera de Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes. Posibilitar la formación de futuros profesionales antropólogos/as biólogos/as con una formación integral, que les permita abordar diferentes procesos bioculturales, realza el prestigio de nuestra Carrera que deviene de un larga y reconocida trayectoria a nivel nacional e internacional, y pone a nuestra Facultad en un lugar de privilegio siendo la segunda casa de estudios en el país que formaliza la especialización de grado en Antropología Biológica. Comienza una nueva etapa que dará sus frutos en algunos años, algo que anheló (y por lo que arduamente trabajó) la Prof. Livia F. Kozameh durante décadas, quien fuera la principal propulsora de la apertura de la orientación en Bioantropología.
Madrigal Díaz, L., González-José, R. (eds.). 2016. Introducción. En: Introducción a la Antropología Biológica.http://scholarcommons.usf.edu/islac_alab_antropologia/1
Pucciarelli, H. 1989. Contribución al concepto de Antropología Biológica. Rev. de Antropología 7(IV): 27-31.
La reconstrucción de la vida de los seres humanos a partir de sus restos esqueléticos constituye un desafío propio de los antropólogos que aplican el conocimiento de la biología ósea en la resolución de problemas, tanto médico-legales como paleodemográficos, contribuyendo con las investigaciones de contextos arqueológicos y paleoantropológicos. En nuestro país, estos estudios se encuentran contenidos en el campo de la Bioarqueología, línea de investigación que se incluye dentro de la Antropología Biológica. En nuestra Facultad se desarrollaron en estrecha vinculación con la orientación Arqueología ya que, hasta el año 2021, la Carrera de Antropología no contaba con un espacio de formación específico. Esto implicó que en muchos casos los/as estudiantes hayan tenido que completar su especialización a partir de la búsqueda individual de espacios de estudio, laboratorios, cursos y seminarios dictados en otras unidades académicas, tanto de la UNR como de otras instituciones del país. Fruto de este esfuerzo a partir de la década del 90 se presentaron numerosas Tesis de Licenciatura que abordaban de forma integral el registro bioarqueológico y que se delinearon desde la orientación en Arqueología.
La pregunta obligada es, si esto pudo dar frutos en diversos equipos de investigación a partir de numerosos trabajos, ¿por qué este tipo de tesinas deben ser generadas desde la nueva orientación y no ya desde la orientación en Arqueología? ¿por qué la bioarqueología debe incluirse en el campo de la Antropología Biológica? Por ser un campo que implica interdisciplinariedad y transdisciplinariedad, la bioarqueología requiere de profesionales formados en Antropología Biológica, ya que el estudio de restos óseos humanos involucra una serie de problemas que van más allá de una adecuada recuperación de los mismos. En este sentido, además de los conocimientos relativos a la utilización de apropiados métodos y técnicas arqueológicas, es fundamental la formación en anatomía comparada de vertebrados, y especialmente de la correspondiente a nuestra especie. Y esto es así porque entre otras preguntas, la bioarqueología busca conocer las diversas formas que han encontrado las poblaciones humanas a lo largo del tiempo, para adaptarse a los diferentes escenarios ecológicos. La respuesta a esta pregunta no puede soslayar aspectos tanto biológicos que son propios de Homo sapiens, como aquellos vinculados a los aspectos culturales.
La adaptación a entornos ecológicos diversos ha contribuido a la implementación de respuestas distintivas, y es ahí donde el foco se centra en la interacción dinámica entre la población, el ambiente en el que desarrolla sus actividades y su sistema cultural, de esta manera los nuevos enfoques dentro del campo de la Bioarqueología, desarrollados a partir de la década del 80 del siglo pasado, se definen como bioculturales (Bush y Zvelevil 1991). Teniendo en cuenta esta interacción, el objetivo principal es responder preguntas acerca del proceso de salud-enfermedad de una población a través de la mayor cantidad posible de indicadores esqueletales y dentales. De esta forma se refleja el cambio de paradigma en la disciplina, que deja de lado el modelo clínico tradicional que pone el acento en los aspectos individuales, para promover un enfoque poblacional.
Por otro lado, se incorpora también la necesidad de una formación en estadística demográfica que incorpore las discusiones actuales en el campo de la paleodemografía ya que los parámetros utilizados en poblaciones actuales no pueden ser aplicados de forma directa al estudio de poblaciones que vivieron en el pasado y de las que se recuperan sólo muestras. Un punto fundamental es la adquisición de conocimiento para lograr el manejo adecuado de múltiples indicadores de salud-enfermedad en relación con los patrones de mortalidad, considerar la correcta aplicación de métodos y técnicas de estimación del sexo y la edad para lo que se requiere de una formación en la biología del crecimiento y desarrollo, además de realizar el estudio pormenorizado del contexto cultural. Es así que debido a la multiplicidad de cuestiones que abarca, en el estudio de los restos óseos humanos confluyen diferentes aportes provenientes de diversas disciplinas (biología, medicina, arqueología, etnografía, entre otras). Dado que en nuestra facultad es considerable la formación en aspectos socioculturales, la apertura de la orientación en Antropología Biológica genera un espacio de formación que incorpora conocimientos vinculados a los aspectos biológicos de nuestra especie y su relación con los sistemas culturales que crea. Es esta concepción integral de la humanidad pasada la que busca estudiar la Bioarqueología dentro del campo de la Antropología Biológica.
Bush E y Zbelevil M. 1991. Health in past societies: bio cultural interpretations of human skeletal remains in archaeological context. BAR International Series 567. Oxford: Archaeopress.
El zorro y el erizo es una publicación digital del Programa de Contenidos Transversales Acreditables de Grado de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario que busca acoger las voces de nuestra comunidad académica, comprometidas con los debates contemporáneos y la reflexión crítica sobre lo urgente y lo inactual. El nombre elegido remite a uno de los libros del pensador letón Isaiah Berlin (1909-1997), cuya obra dispersa y múltiple, cual las astucias del zorro, contrasta con la noble figura del erizo, signada por la sistematicidad y la centralización. Berlin abordó, entre otros temas, la libertad, la contrailustración y las relaciones entre ética y política.
Coordinación:
Lic. María Emilia Vico – Lic. Federico Donner
Diseño:
Secretaría de Comunicación (HyA_UNR)